domingo, 18 de noviembre de 2007

PEQUEÑAS PERLAS DE PROFUNDA FE RELIGIOSA

Pese a la contraposición aparente de estas perlas anecdóticas, por diversos motivos, personajes sobresalientes de todos los tiempos demostraron tener una profunda fe cristiana. Son cosas sencillas, para muchos sin importancia, pero cargadas de una enorme valoración espiritual y que ocurren en la vida cotidiana de los hombres.-

Gral. D. JOSÉ de SAN MARTÍN – En la Sala Histórica del Regimiento de Granaderos a Caballo Gral. San Martín se realizó el 5 de octubre de 1972 la donación del Santo Rosario que perteneció al Libertador y que fuera entregado por éste al General Manuel de Olazábal, difundiéndose copia del documento autógrafo de éste que testimonia la autenticidad de dicho rosario, cuyo texto es el siguiente: “Rosario de madera de Monte de los Olivos perteneciente al General San Martín a quien se lo regalara la hermana de caridad que lo cuidó después de la batalla de Bailén contra Bonaparte en 1808 en la que fue ligeramente herido; San Martín lo usó siempre y hasta en ocasiones se lo vi suspendido del cuello debajo de la casaca y a manera de escapulario. El día 15 de mayo de 1820 me presenté a la revista de Rancagua, a pesar de hallarme todavía enfermo a consecuencia de las heridas recibidas. El General me abrazó y me entregó su rosario para que me diera buena suerte. Desde entonces lo usé yo también siempre al cuello. La cruz y las cuentas que le faltan las perdí durante la batalla de Médano, el 31 de agosto de 1821 y los demás deterioros se han hecho durante el resto de mis campañas. La “J” y la “M” que se ven en el corazón coincidían con el nombre de la hermana que se lo regalara a San Martín y que se llamaba Julia María.- Buenos Aires, julio de 1871”.-

CRISTOBAL COLÓN – Dio el nombre de Santa maría a la nave con la cual se embarcó hacia el mundo nuevo y bajo la invocación y protección de la Santísima Virgen maría descubrió América.-

DAG HAMESKJOLD – Secretario General de la ONU, murió trágicamente en las selvas africanas, en medio de su impenetrable espesura, cuando se precipitó a tierra el avión en que viajaba. Cuando al tiempo se pudo rescatar su cuerpo, en uno de los bolsillos de su caso encontraron “Los Santos Evangelios”. Esta es otra prueba contundente del amor a Dios y de la necesidad de los hombres de estar cerca del Señor en los momentos difíciles.-

ANTONIN DVORAK – Este gran compositor checoeslovaco al terminar sus obras musicales, siempre decía: “Gracias a Dios”.-

NICOLAS COPERNICO – Célebre astrónomo, encargó como deseo de la última voluntad el siguiente epitafio en el mármol de su tumba: “No deseo la gracia como San Pablo, no busco el perdón como San Pedro. Así como has salvado en la cruz al buen ladrón, ayúdame también a mi, Señor”.-

GUTENBERG – Inventó la imprenta y el primer libro impreso fue “La Biblia”.-

SAMUEL MORSE – El célebre inventor del sistema de comunicación que lleva su nombre y que dio el puntapié inicial a esta era de las comunicaciones. Envió a Baltimore desde Washington su primer mensaje que decía: “Esto es la obra de Dios”.-

Mariscal francés LIAUEY – En cierta oportunidad tuvo un visitante que observó sobre su escritorio un rosario. El mariscal, al verlo sorprendido por lo visto le dijo: “Cuando tenga usted mi edad, sentirá la necesidad de apoyarse en algo más firme que las cosas de este mundo. Yo confío en el rezo del rosario y lamento mucho no haberlo hecho mucho antes”.-

Mariscal VILLAN – El mismo fue herido en la batalla de Palplaquet. Su estado era de tal gravedad que se habló de darle los sacramentos, estimándose que lo ideal sería hacerlo en privado. El Mariscal se negó rotundamente a ello y respondió: “Ya que mis soldados no pudieron verme morir como valiente, es necesario que al menos me vean morir como cristiano”. Y decidió confesar y comulgar en presencia de todos.-

Padre GUILLERMO FURLONG CARDIFF

La figura del Padre Guillermo Furlong Cardiff está indisolublemente ligada a la tarea de nuestro saber histórico, a través de su admirable obra llevada a cabo en tantos años. Nació en Arroyo Seco, Provincia de Santa Fe, el 21 de junio de 1889. Enraizado en un hogar profundamente religioso, abrazó la carrera eclesiástica convirtiéndose en un sacerdote con espíritu de tal y vocación ejemplar. Su versación teológica por tanto no puede dejar de mencionarse. Pero a las virtudes de sacerdote unió la de haber sido un “incansable obrero de archivos”, arquetipo de infatigable investigador e idóneo docente. En el cenit de una fecunda tarea, su perseverancia y esfuerzo lograron aportes inéditos del pasado nacional. Se acreditó en el ambiente historiográfico local en 1929 con su importante trabajo “Glorias Santafesinas”. De ahí en adelante habrían de seguir apareciendo innumerables libros, folletos y artículos notables, con un enfoque imparcial y ecuánime, que volcó también en sus numerosas conferencias dictadas en distintas salas. Las obras de este jesuita quedan fuera de la posibilidad de enumerarlas aquí, sin embargo se deben mencionar su monumental “Historia Social y Cultural del Río de la Plata”, “Cartografía Jesuítica del Río de la Plata”, “Nacimiento y Desarrollo de la Filosofía en el Río de la Plata” y “Los Jesuitas”, entre otras. El 20 de mayo de 1974 el Clero regular perdió una vida consagrada al misterio sacerdotal, la Academia Nacional de la Historia a un preclaro Miembro y la historia patria a uno de sus tenaces investigadores. Su talento y responsabilidad moral lo hicieron ser considerado, con toda justicia, como “maestro de historiadores”.-
Brigadier General D. ENRIQUE MARTÍNEZ
15 de julio de 1789 – 30 de noviembre de 1870

A poco de cumplirse 137 años de un nuevo aniversario de la muerte del Brigadier General D. Enrique Martínez, sirvan estas líneas como conmemoración a éste héroe de la Campaña Libertadora. Nació Enrique Martínez el 15 de julio de 1789 en Montevideo, ciudad que, como Buenos Aires, pertenecía al Virreinato del Río de la Plata. A los 12 años ingresa en el Regimiento de Dragones y a partir de las invasiones inglesas (1806-1807), sabe del fragor de las armas, de la lucha y el heroísmo. Toma parte de los hechos de la Semana de mayo y en el Sitio de Montevideo (1812/14). Un año después se une al ejército Libertador, en el Campamento de Plumerillo. La nómina de los combates y batallas en las que tomó parte no refleja, sino lejanamente, el significado profundo de estos hechos de armas para las nacientes repúblicas. Martínez se halla al frente de la vanguardia de la División Las Heras y triunfa en Potrerillos y Guardia de los Andes (todavía en territorio argentino) y ya en Chile, participa en el triunfo de Chacabuco (1817), donde es condecorado. Combate en Carapaligüe, Cerro del Gavilán, Talcahuano, Cancha Rayada y por fin, Maipú, sin duda la victoria más fulgurante del Libertador. Es el promotor del Acta de Rancagua (1820) decisiva para que San Martín organice la Expedición al Perú, en la que Martínez participa totalmente, desde Pisco, puerto de Paracas, Ancón, toma de la ciudad de Lima, fortalezas del Callao, Torata, Moquehuá, del Pino y Lurín (1820-1823) mereciendo que San Martín lo condecore con una medalla de oro y brillantes con la leyenda “Yo fui del Ejército Libertador”. Vuelve del Perú al mando de las últimas tropas que combatieron allí, los Granaderos a Caballo (1826). Su larga carrera militar, lo obligó a desempeñar cargos cívicos, en Argentina, Chile, Perú y el Uruguay donde combatió también en la lucha por su independencia: Carpintería, Yucutuja, Yi, El Palmar y Cagancha (1838-1839). Regresó de Montevideo a Buenos Aires en febrero de 1858, siendo designado por Justo José de Urquiza como Comandante Inspector General de Armas, el más alto cargo del Ejército Nacional, que ejerció desde su llegada hasta junio de 1861. Se retiró del servicio activo con 62 años y 11 meses, a los 75 años de edad, tocándole el honor de inaugurar en 1862, el Monumento a su Jefe, el General San Martín, en la Plaza del Retiro. Falleció en Buenos Aires, el 30 de noviembre de 1870.-